sábado, 12 de marzo de 2016

CAPITULO IV COMIENZA LA AVENTURA Abrí la puerta, y Rody seguía acostado en el mismo sitio dónde lo había dejado. Se hacía el dormido, posiblemente arrepentido por el abandono que había realizado sobre mi persona. Lo miré, ¡qué tío no se estaba haciendo el dormido! ¡Estaba totalmente sobado! Le grité desde la cocina para que supiese que había llegado, la obligación de un perro es ponerse contento cuando el amo llega, por lo menos según las creencias populares. Lo vi aparecer por la puerta, estirándose y mirándome tranquilo. “Ya he vuelto” le dije, me seguía mirando, “te he traído galletas de chocolate”, fue entonces cuando comenzó a mover el rabo y, de manera zalamera a darme con el morro. De verdad en ocasiones no sabía quién era el amo y quien el perro, quien debía sumisión a quién. Comencé a preparar nuestra comida, mi amigo se tumbó en la cocina esperando su jornal y yo pensé “por lo menos la comida será tranquila”, pasaban los minutos y como no ocurría nada, yo me repetía “por lo menos la comida será tranquila”. Pero mi gozo cayó en un oscuro y profundo pozo, sonó el teléfono y por primera vez en todo el día pensé en no actuar, en no contestar, en seguir haciendo mi tortilla. Rody me miró extrañado y yo le razoné “es que no quiero más problemas por ahora”, con las mismas, agachó la cabeza y dijo “vale, tu mismo”. Saltó mi contestador. ¡Mi contestador!, era todo menos mío. Mis amados sobrinos lo habían descubierto una tarde de aburrida lluvia. Estuvieron toda la tarde grabando diferentes mensajes tipo “diga…pringao que esto es una grabación, deja tu mensaje cuando oigas la señal” o “no estoy, seguramente estaré haciendo algo más interesante que hablar contigo, deja tu mensaje”, tengo que reconocer que este me había gustado porque en la mayoría de los casos sería verdad. Finalmente, tras unas cinco horas en las que mi contestador no se como no dijo algo, se decantaron por uno curioso, que aunque no era mi favorito, tuve que dejar, ya que llaman sólo por comprobar que no lo he quitado, ¡angelitos! Exactamente fue el que escuché en ese momento, justo antes de escuchar la voz que logró quitarme el apetito por una buena temporada: “no estoy, ni quiero estar, pero si vuelvo te llamaré”, fue entonces cuando alguien dijo: “mi nombre es Miguel González por favor llámeme cuando pueda mi número es 65XXXXXXX”. No era posible lo que acababa de escuchar, este hombre según varios vecinos (que en estos casos no fallan) estaba muerto y sin embargo a las 15:00 del día de hoy estaba llamándome. Rody se dio cuenta de que algo no iba bien y se puso en pie, con mucho cariño me dio un morrazo y me sentó, gracias a él no me caí redondo. No entendía nada. ¿Pero quién era este hombre que de pronto había irrumpido en mi vida? sosa e insulsa, pero al fin y al cabo, mi vida. ¿No estaba muerto? ¿Por qué llamaba a mi contestador un muerto? Respiré, era necesario calmarme e intenté pensar. Tal vez no era él, podía ser otra persona. Al fin y al cabo yo no lo había oído hablar nunca, vamos ni siquiera lo había visto en mi vida. ¿Pero quién? La única persona que se me ocurría era el abogado pero no sonaba la misma voz. Le puse el pienso a Rody, acompañado por algo de pollo, y me fui a la cama, sólo quería descansar y no pensar porque estaba empezando a sentirme agobiado. Conseguí dormir, pero fue peor, una pesadilla me acompañó durante toda la siesta: Estaba yo, tan tranquilo, en el sofá de mi casa viendo la televisión con Rody enroscado en su sillón, cuando de pronto, mi perro se pone en pie y me dice: buenas tardes soy abogado y vengo en nombre de Miguel González. Yo horrorizado comenzaba a gritar. Cosa que no es de extrañar si logran imaginárselo, tu mejor amigo, tu más fiel amigo ¡un abogado! y encima de parte del muerto dichoso. El sueño continuaba corriendo por toda la casa y de los rincones iban apareciendo: Francisca, mi portero y hasta Manolita diciéndome “está muerto, pero quiere hablar contigo”. Por fin, consigo llegar a la puerta la habló y una voz me dice “son las 17:00 horas, una menos en Canarias”, el despertador gracias a Dios funcionó. Rody estaba tumbado a mis pies, durmiendo, y tengo que reconocer que lo miré como si no lo conociese, esperando que en cualquier momento se convirtiese en el siniestro personaje de mi pesadilla. Pero una mirada más atenta dejaba claro que seguía siendo el cuatro patas de siempre y que él también estaba soñando, posiblemente con cazar algo, porque corría mientras dormía. Bien, ya eran las cinco de la tarde. Quedaba una hora para ir a visitar a la vidente o lo que fuese esa buena mujer, le estaba tomando una manía…La llamé por teléfono, esperando que hubiese suerte y esta vez sí pudiese hablar con ella. De nuevo escuché la tarificación y pensé que la investigación me iba a salir por un pico, y otra vez la misma voz “¿Qué desea?”, a este lo tenían a jornada completa, “una consulta con Isabel”, la voz contestó “un momento por favor”. Reconozco que cuando comencé a escuchar la música me puse nervioso, a medida que la melodía yesterday de los Beatles iba siendo destrozada, mis nervios también De pronto una voz me dijo: - ¿En que te puedo ayudar, cariño? Me quedé callado, ¡era su voz!, no me atreví a decir nada, me quedé en silencio como el niño que es descubierto en falta y lo único que puede hacer es bajar la cabeza humildemente. - Háblame con tranquilidad, todo lo que me cuentes será totalmente confidencial. Quedará entre tú y yo. Eso seguro, pensé, porque no pienso abrir la boca. Pero tampoco podía colgar, algo me invitaba a seguir escuchando. En ese momento Rody hizo un pequeño ruido que indicaba “perro despertándose y con ciertas necesidades”. Colgué sintiéndome un verdadero panoli. Miré el reloj, me daba tiempo a darle un paseo y después me lo llevaría a la visita, llegado el caso siempre podía ser una buena excusa para marcharme. Me preparé, ¿qué me ponía para la ocasión?, no quería ir excesivamente elegante porque podría parecer petulante pero si iba demasiado informal…me enfadé conmigo mismo parecía que tenía una cita con mi novia. Decidí ir como yo habitualmente voy a casi todos los sitios, según mis sobrinos, formal, pero no ponerse unos vaqueros no significa formalidad, simplemente que no te gustan. Rody gruñó simpáticamente y entendí que era la hora de marcharnos. Pero como no podía ser de otra forma mi vida siguió complicándose y complicándose…Mi portero Ignacio, que sorprendentemente estaba en su garita, cuando vio que me marchaba se me acercó todo serio y formal, acarició a mi compañero y me dijo: - ¿Está usted bien? - Si claro- le contesté con una sonrisa para reforzar la afirmación- gracias por preguntar. - No se, lleva un día bastante raro. - ¿Por qué lo dice? - Se ha juntado con la gente. Quise entender, con esa expresión, que me había socializado más de lo normal, cosa cierta sin lugar a dudas. Me excusé echándole la culpa a Rody y a su paseo, y me fui pensando que si mi portero se había atrevido a hacerme esa pregunta, posiblemente el resto del vecindario sería un hervidero, mala cosa. Comenzamos nuestro paseo y mientras corría, Rody por supuesto yo no estoy para esos trotes, intenté hacer un resumen mental de todo lo acontecido hasta ese momento: 1.- Una mujer desconocida me invita a su casa porque parece ser le hago falta y encima es vidente. 2.- Mi portero la conoce y la considera de lo mejorcito. 3.- Llamo a un tarotista y me toma el pelo 4.- Viene un abogado y me habla de una carta de un señor desconocido, ahora ya no tanto y además le estaba tomando una manía…pero que se marcha sin darme explicaciones al carecer yo de dicha misiva. 5.- Me entero que el susodicho señor, Miguel González, nació cerca de mi pueblo. 6.- Me entero que el susodicho señor ha muerto cerca de mi casa y si hago caso a las habladurías ¡asesinado! 7.- Y lo más escalofriante de todo, recibo la llamada del supuesto muerto queriendo hablar conmigo y dejándome un número de teléfono, me imagino que San Pedro será el telefonista. Era consciente que, quizás, lo más sensato fuese llamar al teléfono dejado por el finado y salir de dudas, pero reconozco que me daba miedo. Posiblemente el que había llamado no era el fallecido, era alguien haciéndose pasar por él ¿pero y si no? Por pura casualidad me contesta al teléfono el muerto y el que se muere soy yo. Rody se paró y me miró, parecía saber lo que estaba pensando porque entendí lo que me quería preguntar “¿cómo ibas a saber que realmente el que contesta es el muerto?”. Me dio rabia saber que mi perro era más listo que yo. Con todos estos pensamientos llegué a la casa de la vidente. Subí despacio, algunos dirían como un buen torero recreándome en la suerte, pero la realidad es que tenía pánico a lo que me podía encontrar. Alli estábamos, mi fiel escudero y yo, frente a la puerta de la susodicha vidente. Sin gran ánimo llamé y esperé ver una casa montada como en las películas: humo, bola de cristal, esqueletos, brujas…pero cuando la puerta se abrió, simplemente me encontré frente a una mujer, muy sonriente, que acariciando a Rody me hizo pasar. Me senté en un salón, que incluso podríamos decir soso: las paredes blancas, un sofá (que parecía también cama) de color verde y un par de sillones haciendo juego, una estantería con muchos libros, la tele y algún que otro adorno, francamente podría ser la casa de mi madre. Observé que me miraba con carita sonriente, creo que sabía lo que estaba pensando y tras sacar un bol con agua para “el cuatro patas” comenzó hablarme tranquilamente, lo que combinaba bastante bien con mis nervios. - ¿Se esperaba otro tipo de casa?, no se preocupe suele pasar a casi todo el mundo, pero yo no soy de adornos, digo lo que tengo que decir y ya está no me hacen falta bolas ni similares. - Tiene una bonita casa - No está mal-me miró por primera vez de manera seria- se preguntará porque le he hecho venir ¿verdad? - Mire, después del día que llevo ya nada me extraña y prefiero no preguntarme nada, así que espero que me lo explique. Sacó unas patatas, panchitos y algunos dulces “no se que es lo que usted prefería, así que he puesto un poco de todo” comentó mientras también servía café, refrescos, cerveza. De pronto me acordé de un chiste infantil que ante la indecisión de un adivino decía “pues que m….de adivino es usted”, era obvio que no se lo podía contar pero me relajo un poco. Acomodados ya los tres, ella en el sofá, Rody tumbado a mis pies y yo en uno de los sillones comenzó la siguiente conversación: - Se que posiblemente usted no entienda nada- comenzó sabiamente- pero verá la historia es tan enredosa como usted la quiera hacer. Eso si, le pido paciencia porque es un poco larga:
CAPITULO III LLEGA EL PRIMER ENEMIGO Sin embargo, la vida puede dar muchas vueltas y cuando iba a ducharme llamaron a la puerta. Rody que se había incorporado y gruñía muy despacio, eso significaba que no era conocido. Miré por la mirilla, era un hombre de unos cuarenta años, rubio, alto y visiblemente nervioso. Dudé, pero finalmente mi famosa curiosidad me pudo y abrí: - Buenos días-dijo-¿podría hablar con usted? - Podría si supiese quien es- dejé que Rody asomase la cabeza, lo malo es que comenzaba a mover el rabo amistosamente por lo que tan sólo le deje la cabeza fuera. - Discúlpeme, no me he presentado. Mi nombre es José Fernández y soy abogado. Fue lo que nunca debió decidme, ¡abogado! la peor especie que conocía, la peor ralea, la peor…todo los adjetivos que se pudiesen utilizar de forma negativa iban unidos a esa profesión, por lo menos para mí. Bien, pues no quería tener trato con un abogado, éstos y los psicólogos eran para mí, repito por si la idea no quedó clara, lo peor de lo peor, pero ya cuando se está dentro de lo peor. Notó mi odio porque sonrió dulcemente intentando trasmitirme: soy abogado pero también un ser humano y es incomodo estar en la puerta. Me tendió una tarjeta para reafirmar lo que ya me había dicho y darme más confianza. La cogí la miré y ¡caramba! era de un importante bufete. Me hice a un lado, eso sí con cara de odio, a un abogado no se le puede poner cara amistosa. Se sentó en la incómoda silla, no iba a repetir el error que tuve con mi portero, y que al fin y al cabo era un conocido. Desde mi cómodo sillón le observé en silencio para que comenzase hablar. Lo hizo para mi alegría de forma nerviosa e incómoda, me divertía verlo sufrir. - Se preguntará porque he venido a verle –me miró esperando una respuesta aunque fuese física, no la obtuvo, yo estaba disfrutando- bien…No sé si habrá recibido una carta de Don Miguel González, que fue socio-fundador de nuestro bufete. - No he recibido nada y además desconozco quién es ese señor socio-fundador Me miró extrañado, no se esperaba esa respuesta, me dio la sensación que para él ya tendría que tener la carta y eso lo desconcertó aun más. - Pues entonces yo….discúlpeme, creo que me he adelantado en mi visita- se levanto- agradeceré que cuando tenga la carta en su poder me llame. Es importante que hable conmigo. - ¡Oiga no se irá así!- exclamé enfadado, Rody que había estado buscando todo el tiempo la caricia del desconocido sin éxito, aprovechó mi enfado para gruñir y así demostrar su descontento por no haber sido adorado convenientemente- viene, me dice no se que de una carta y se va. ¿Pero qué se ha creído? - Le pido mil disculpas pero no puedo hablar sin que usted tenga la carta porque no entendería cual es mi misión. Le prometo que lo entenderá todo. - ¡Ahora quiero entenderlo todo! - Lo siento- parecía sentirlo de verdad. Sin más espera se fue a la puerta, la abrió y se marchó. Miré a mi compañero, que seguía teniendo cara de no entender porque no había sido convenientemente acariciado y que hacía juego con la mía de no comprender nada de nada. Sin lugar a dudas era el día más extraño de mi vida. Sonó, en un reloj cercano, las 12 del mediodía. Curioso, para mí eran, como mínimo, las 12 de la noche. Decidí, usar de nuevo Internet, me ayudaría a saber quién era Miguel González. Rody esta vez no me acompañó, se quedo en el sofá durmiendo, me pareció que todo esto le empezaba a cansar. Miguel González, socio fundador de….bien esto lo sabía. Nacido en xxxx, caramba a 10 kilómetros de mi pueblo, en el año…caramba era un año menor que yo. Lo mismo hasta lo conocía. Pero Internet decidió hacerme lo mismo que el abogadito ese, cuando le pedí imágenes decidió quedarse colgado y pasar de mí. Llamé a toda velocidad a mi compañía y me dijeron que tardarían algunas horas, un rayo había caído en no sé dónde y había causado no se qué destrozos. Suspiré y decidí bajar para hacer la compra diaria. Cuando silbé para marcharnos, mi fiel compañero me miró, se acurrucó más en el sofá y cerró fuertemente los ojos negando de forma evidente mi existencia. Le dije la frase de siempre “si lo sé no te saco de la perrera, traidor”. Sin abrir los ojos meneó levemente el rabo “vale, vale, trae chuches”. Mi portero me saludó y me guiñó un ojo para indicarme que, lo que él creía, mi secreto estaba a salvo. Suspiré, este día lo estaba haciendo demasiado, y salí pensando que me apetecía comer y que chuche le podía subir al traidor. Sólo tenía un deseo: que el resto del día fuese lo más normal posible. Deseo que no me fue concedido porque según doble la esquina, alguien me llamó. Reconocí la voz sin necesidad de volverme, era mi “maravillosa” vecina. Cómo describirla: una mujer ya mayor, unos 75 años, guapa, que en su juventud rompió muchos corazones, siempre y cuando esos corazones aguantasen una verborrea incontenible. Era ahora y más de uno andaba loco tras ella. Se juntaban en el salón parroquial todos los miércoles y viernes para bailar y charlar, arrasaba la buena mujer. Pero siempre que hablaba conmigo era para echarme alguna cariñosa bronca. No llevaba bien limpio a Rody (al que adoraba), hacía mucho que no salía a divertirme, que no la visitaba…la verdad es que me quería mucho y yo aunque me quejase ante los demás de ella, tengo que reconocer que le tenía cierto cariño. Pero ese día, no creía haber hecho nada reprobable. Vino a mí con una amplia sonrisa y mirando a mi alrededor para localizar al traidor. - Hola-dije devolviéndole la sonrisa - Hola- me tomó del brazo apartándome de invitados invisibles- tenía ganas de verte. ¿Cómo estás? La pregunta, de forma clara, la hacía por mera educación, estaba acelerada por contarme algo y no sabía cómo comenzar. No sé porque pero me deje querer, no le invité de ninguna forma a comenzar, estaba disfrutando por primera vez en mucho tiempo no me regañaba y no me veía dando disculpas. Estuvo cogida de mi brazo y callada un rato, por fin se decidió y me dijo toda misteriosa: - Seguramente ya te has enterado. - ¿De qué?- hoy yo no me enteraba de nada o me estaba enterando demasiado, aun no lo tenía claro. - De lo que ha pasado en el barrio. ¡Chico tú nunca te enteras de nada, vives aislado! ¡Aislado! Y hoy parecía mi vida un vodeville, lleno de puertas por donde salía y entraba todo el mundo como le daba la gana. ¡Aislado!, aislado tenía que estar de verdad. - Te invito a un café-me dijo con voz de paciencia. Mientras caminábamos hacia el bar comenzó a regañarme tal y como me esperaba- Sales menos con el pobre animal, va a engordar…tu mismo mírate con la majo que eras te estás marchitando…-y siguió hasta que nos sirvieron los cafés y porque le interrumpí, no lo niego, con cierta curiosidad- Bien…hace una semana, más o menos, murió un hombre en esas casas que se ven por allí al fondo-miré- si, las de las tejas azules. Pues bien, en la parroquia se dice… que fue asesinado. - ¿Quién lo dice?- me parecía tan surrealista todo lo que me estaba pasando, que ya un posible crimen era una cosa lógica, luego vendrían los fantasmas, los padres de los fantasmas… - Un amigo mío que es vecino del difunto…………….lo vio todo. - Correcto. ¿Qué es lo que vio el vecino del difunto y amigo tuyo? - Pues eso, un crimen- me miró alucinando. Pensaba que no me enteraba nada, me recordaba a Rody cuando quiere algo y yo no le entiendo- ¿qué es lo que no has comprendido? - Hay muchas maneras de ver un crimen- me empezaba a exasperar levemente- o de creer ver un crimen. - ¡Dudas de la palabra de mi amigo!-la que se exasperó fue ella- pues que sepas que yo bajo ningún concepto- hizo ademán de levantarse para marcharse, por supuesto, esperando que yo la detuviera, y volví a caer porque lo hice- bien, me sentaré pero, por favor, no vuelva a poner en duda la palabra de Antonio. - No lo haré- e hice la señal de juramento y sonriendo añadí- ese Antonio y tú no… - ¡Por Dios! es sólo un amigo de baile y charloteo. La historia de Francisca, que así se llamaba mi vecina, con los hombres era curiosa. Yo la conocía porque ella misma me la había contado. Tuvo un novio de los 12 a los 20 años. Novio que era, como ella decía, formal “de entrar en casa con mis padres”, el susodicho se marcho a la mili. En esa época si no sabías leer y escribir te enseñaban, y no te licenciabas hasta que no hubieses aprendido; parece ser que este chico aun no lo ha hecho porque de él nunca más se supo. El segundo fue, también son sus palabras, de “compás de espera a mi príncipe azul”, pero eso lo sabía ella, el pobre prácticamente preparando la boda se encontró que mi vecina había encontrado al “amor de mi vida” y que se iba a casar. Ella sonríe cuando dice “fui yo quién le mandó la invitación”, le parecía divertido, creo que al “compás de espera” le debió hacer una gracia…. Después, tras un feliz matrimonio y tres hijos, se quedó viuda a los 70 años. Y desde entonces en la parroquia rompe corazones, sin importarle nada y disfrutando como una loca. En el fondo me daba envidia. - Bien, el muerto…creo que no te dicho su nombre Miguel González… Me quedé pálido, ella lo notó porque dejó de hablar y me preguntó si me encontraba bien. ¿Bien?, pues no. No entendía nada de lo que estaba sucediéndome. ¿Miguel González? ¿Mi Miguel González?, ¿el que tenía que mandarme una carta? ¿Muerto? De pronto me di cuenta que me empezaba a dar un ataque de nervios precisamente por una persona que no conocía y que no sabía ni cómo era; logré tranquilizarme. Pedí un vaso de agua y con una sonrisa, bastante débil, invité a continuar el relato a mi vecina quitándole importancia al leve mareo sufrido “no he desayunado”. Francisca que estaba deseando continuar me hizo caso: - Pues según me contó Antonio era un abogado de de no sé qué bufete, creo que importante. Un tipo serio y antipático que nunca recibía visitas y que tampoco salía de su casa, excepto las horas de trabajo.- bajo la voz y la puso más misteriosa- pues hará más o menos una semana Antonio estaba en su casa, serían más o menos las 15:00 horas, cuando escuchó ruido en la casa del finado. Al principio no le extraño, pensó “es viernes y ha terminado antes de trabajar”. Pero luego se dio cuenta de que era jueves- sonrió y picaronamente dijo “Antonio tiene esos puntos”- y que no eran normales los ruidos. Pues bien se puso el sonotone a todo volumen… En ese momento tuve que hacer un auténtico esfuerzo por no reírme, porque imagine la escena. Este buen hombre, con el sonotone a media potencia, escucha ruidos en casa de un vecino, que habitualmente a esa hora no suele hacer, se pone el sonotone a toda potencia para intentar captar que ruidos son…me sonaba todo cómo si fuese una novela barata. - Y escuchó gritos, gritos que sonaban a insultos y amenazas. Cuando se asomó por la mirilla vio marcharse a una mujer. Dos horas después se descubrió el cadáver. La miré con una media sonrisa, es cierto que seguía impactado por la noticia de la muerte de mi desconocido, pero lo que me acababa de contar era la historia que se relataba en “12 hombres sin piedad”. Creo que el Antonio tenía un exceso de imaginación o de ganas de impactar a su chica con una noticia alucinante. Y por la cara que ella tenía lo había conseguido. - Bien- dije levantándome- gracias por la información no lo sabía pero es interesante. Me marcho o tu amigo de cuatro patas se queda sin chuche y yo sin comida. Nos sonreímos, Francisca se quedó allí atusándose el pelo, pensé y creo que no me equivoqué, que Antonio haría su aparición en cualquier momento. Me marché a la tienda y compré galletas de chocolate para Rody y huevos y jamón para mí. No tenía hambre ni ganas de cocinar. Volviendo a casa, cómo una idea fugaz, me acordé de las palabras de mi portero “hace una semana...de un entierro de un vecino de la zona”. ¿No sería mi muerto?, a lo mejor me podía dar más información, los 30€ ya pagados le obligaban a contar algo más, o por lo menos eso esperaba porque no tenía nada más en la cartera. Cuando entré comprobé que estaba hablando con una vecina, vecina que he de decir nunca ha hecho buenas migas conmigo por un pequeño incidente sin importancia. Yo hará unos 10 años fumaba, tengo que reconocer que bastante y que además me gustaba. El problema es que sólo me gustaba a mí, mi fiel compañero cuadrúpedo, que se llamaba Odín, era bastante poco comprensivo con esta costumbre. Cada vez que encendía un cigarro, tosía, lloriqueaba y luego se negaba a dirigirme la palabra, cosa que me resultaba dura porque era bastante zalamero habitualmente. Pues bien para no discutir con Odín cuando estaba en casa salía a realizar este pecaminoso acto (actualmente Odín me hubiera demandado por fumar en presencia de seres “inocentes”, y posiblemente hasta hubiera ganado) en la terraza. Ella, que se llama Manolita, tendía en la terraza que está justo debajo de la mía. Es posible, lo reconozco, que alguna vez haya podido quemarle la ropa, pero para denunciarme…Así que un día tuve que elegir entre soportar a mi vecina cabreada todo el día si fumaba fuera o soportar el enfado de Odin si fumaba dentro: decidí fumar en el baño que era un sitio nunca visitado por mi compañero. Dejé de fumar 5 años después y porque me dio la gana, que conste. Bien, me armé de valor y fui hacía la pareja con paso firme. Manolita me miró mientras me acercaba, indicándome que mejor me quedase fuera de la reunión pero yo ignoré la mirada, no sin esfuerzo debo reconocerlo. Mi portero, conocedor del odio que me profesaba mi vecina, me sonrió amablemente para infundirme valor y allí que llegue yo. - Buenos días tengan los dos- dije lo más jovialmente posible - Hasta ahora mismo si- Manolita comenzó a disparar rápido. - Necesitaría hablar con usted, Ignacio.- ese es el nombre de mi portero. - Dígame usted… Esperé que Manolita se diese por aludida y se marchase o por lo menos se retirase un momento. Pero se quedo allí, indicándome que ella estaba primero y no se pensaba marchar, si quería hablar adelante, pero sería con su presencia. Me acordé del traidor tumbado en el sofá, en situaciones así era buenísimo, utilizaba cómo nadie sus habilidades para conseguir unas perfectas técnicas de distracción en cuanto a los vecinos se referían; todos lo adoraban (creo que casi nadie se explicaba como ese maravilloso perro me podía tener de amo y estoy seguro que lo acariciaban y lo mimaban para darle ánimos y lo que más me dolía, es que, en ocasiones creía ver en su rostro agradecimiento ante tanta compresión) aun así él entendía perfectamente que parte de su misión era distraerme a los vecinos para que yo pudiera vivir sin complicaciones e intentando pasar desapercibido, y de camino él se ganaba caricias y hasta regalos. Comprobé que tenía dos opciones: hablar delante de ella o bajar luego a buscarlo; opte por la primera y curiosamente fue lo mejor que pude hacer. - Verá Ignacio antes usted me ha comentado que fue al funeral de un vecino de la zona ¿no es así? - Si - No sería de Miguel González - Precisamente. Era un abogado que vivía por la zona. Muy conocido y de mucho dinero. - Era un hombre un poco raro- añadió, para mi sorpresa Manolita- no se relacionaba con nadie o con casi nadie. La última frase la dijo intentando dar aire de misterio y tirándome la piedra porque yo era igual, en otro momento hubiera pasado de ella pero el tema me interesaba y de nuevo pique, me empezaba a dar cuenta que llevaba todo el día entrando a todos los trapos que me ponían delante y lo que era peor, que cada vez estaba más metido en algo que desconocía y lo que era peor aún, me estaba empezando a gustar, esta última sensación me dio miedo pero aun así hice la pregunta con aire de quien simplemente la hace con educación. - ¿A casi nadie? - Si, debía tener un –bajo la voz- lío dos portales más allá. ¡Isabel! Su nombre vino a mi mente, entre otras cosas porque vivía dos portales más allá. - ¿De qué murió el pobre hombre? - Parece que sufrió un ataque al corazón o alguna de esas cosas. Murmuré las gracias y los dejé mirándome con excesiva curiosidad primero porque había hablado con ellos y segundo me había interesado por algo que había pasado en el barrio, ¡pobres! no estaban acostumbrados.

martes, 27 de octubre de 2015

CAPITULO II EL CAOS SE VA ACOMODANDO Cuando descolgaba el teléfono, llamaron a la puerta. Rody empezó a menear el rabo, “persona conocida” pensé, si no se tensa y gruñe (aunque luego lo primero que haga sea dar un lametón al desconocido, pero le gusta ejercer de perro de vez en cuando). Era mi portero. - Buenos días- me dijo mientras acariciaba a Rody- he visto su nota. - Si, gracias, pase por favor. Entró y sin dudarlo se sentó en mi sillón favorito, lo que, fastidiado, me obligó a sentarme en una incómoda silla para poder mirarlo de frente. Si hubiese sido un interrogatorio de la Gestapo tendría las de ganar, sentado cómodamente en mi sillón. Le ofrecí beber algo y aceptó encantado, dándose cuenta de que la cosa iba para largo, no importaba estaba con un propietario, así que nadie le podía decir que abandonaba su puesto, y además estaba la mar de cómodo en mi casa. - Usted dirá- bebió tranquilamente el refresco que le serví, Añadiré que es muy responsable mi portero no bebe alcohol en horas de servicio. - Me gustaría…-callé un instante, no sabía como preguntar sin parecer un chismoso y sin dar demasiados datos. De repente me acordé de Carlos- Vera tengo un amigo que necesita ayuda, como lo diría… de profesionales de la videncia. Su cara seguía impasible, “todo un profesional” pensé. - Creo, me han comentado mientras paseaba a Rody, que por aquí cerca hay una, bastante buena. - Si, dos portales más abajo, Isabel se llama. Era obvio que no iba a darme más información de manera voluntaria, parecía que le divertía tenerme como interlocutor en desventaja. Me armé de paciencia porque las conversaciones de este tipo me cansan, y normalmente las acabo de mala manera. En esta ocasión tenía que acabarla, así que con mi mejor sonrisa añadí “que más me puede decir”. - Que tiene buena fama, no es cara y deja buenas propinas a su portera- creo que esto lo dijo con cierta intención. - Ya- pensé rápidamente en lo que tenía en la cartera, creo que unos 20€, esperé que le pareciese suficiente- ¿conoce a alguien que la haya consultado? - Si…yo mismo. Y me lo acertó todo, todo. Esperé, sin querer preguntar, que me contase que es lo que le había adivinado. Pero o bien no se enteraba de mi muda invitación o quería alargar el momento así que finalmente hice la pregunta. Se quedo mirándome fijamente, tosió, se colocó mejor en el sillón y yo casi que me arrepentí de haberle preguntado. - La historia es muy sencilla. Usted ya sabe que soy viudo desde hace 10 años. Pues bien hará una semana que necesité encontrar un traje, que reconozco la última vez que me lo puse fue en vida de mi mujer. Usted se preguntará que para que querría yo ese traje- francamente yo no me preguntaba nada- lo necesitaba para ir a un entierro, de un vecino de la zona. Pues nada que no lo encontré y tuve que ir con otro. La curiosidad ya me picó e intente encontrarlo, nada. Fue por eso que fui a la vidente. Me hizo unas cuantas preguntas sobre mi mujer, como ordenaba la casa, que cada cuanto hacía limpieza, su habitación favorita, que cuando yo pedía algo de que habitación lo sacaba…preguntas que para mi no tenían sentido- suspiré- bien, pues me dijo donde podría encontrarlo. ¿A que es alucinante? - Si, alucinante. ¿Me podría decir algo más de ella? - ¿Le parece poco? Pues que se le ve muy a menudo hablando por el móvil. - Gracias- me puse en pie- gracias por la información, si necesito algo más se lo diré. He de añadir que tenía 30€ en la cartera, creo que se fue contento. Bien, por fin pude marcar el 806. Lo primero que se escuchaba era una voz masculina que indicaba la empresa que se hacía responsable de la llamada, luego la tarificación por minuto, aunque te daban la oportunidad de pagar con VISA (más barato), y por último una voz que te preguntaba que deseabas. “Cantar con un karaoke” estuve a punto de contestar pero me limité a decir “una consulta”. Para mi sorpresa me pasaron con un hombre, de acento hispano, que enseguida me dijo “¿En qué te puedo ayudar corazón?”. Lo de corazón no me hizo gracia, pero no me dio tiempo a contestar nada porque enseguida añadió “No tengas miedo, amor, dime todo lo que te preocupa. Esto es confidencial no saldrá de entre tu y yo”. Eso por mi parte es seguro pensé. - Perdone pero quiero hablar con Isabel - No trabaja hoy por la mañana. Pero corazón, de verdad, que puedes contarme lo que quieras. Estuve tentado de colgar pero la curiosidad me pudo y le pregunté: - He conocido a una persona y he quedado con ella, pero no sé lo que ocurrirá o lo que realmente quiere de mí. - Eso lo vemos enseguida corazón. No me cruces ni piernas ni brazos y piensa en la persona- se le oía barajar- cuando la tengas visualizada di ya. Tarde un segundo y medio en decir basta, con lo que costaba por minuto como para visualizar mucho. - Ahora divido en tres montones, derecha, izquierda y centro. Elige el que quieras. - Centro. - Lo sabía, el centro significa el corazón, tú por lo poco que me mandas puedo decir que eres una gran persona. Pero estás pasando por un mal momento, ¿por qué estás bloqueado? Tú vales un montón y en el trabajo no te valoran lo suficiente.- me divertía todo aquello- pero un jefe te tiene aprecio y no permitirá que te despidan, corazón. Hacía cinco años de mi pre-jubilación y sé positivamente que todos mis jefes lo celebraron con champán, el que yo les lleve para festejar que ya no querían contar conmigo y que por fín me habían liberado. ¿Valorarme? Lo dudo, pero siempre en el fondo me quedó la esperanza, que me confirmaba este “corazón” cinco años después. - Bien, amor, centrémonos en tu problema. ¡puf! A esta persona tú le gustas, y esta tarde te lo va a declarar. La has conocido tomando café con tus amigos ¿verdad?, tu eres una persona con muchas amistades… Colgué, oír estupideces a mi edad y además pagándolas a doblón me pareció una tontería de marca mayor. Llamaría por la tarde antes de ir a verla y preguntaría por ella. Miré el reloj sólo eran las 11 de la mañana y había tenido más actividades juntas que las realizadas en el último mes. Me acordé de una frase que siempre decía una compañera de trabajo cuando intentabas abarcar muchas cosas “Por favor, las actividades no amontonarlas”. Exactamente es lo que me había pasado a mí, las había amontonado, y aunque no había sido por mi voluntad, estaba cansado. Lo que habitualmente solía hacer después del paseo, era: ducha, compra del periódico y la comida, lectura del correo escrito y electrónico…de pronto me di cuenta correo electrónico, Internet…podía intentar informarme en ese maravilloso mundo al que llamamos internet. Me senté en mi despacho, acompañado de Rody que parecía divertido porque se había roto la rutina, e inicié la búsqueda. Lo primero que busqué fueron páginas de videncia y tarot. En ellas tan solo te daban información del coste de la llamada, de los teléfonos, de lo bueno que era pagar con tarjeta de crédito y de las maravillas en las que te podían ayudar. Todos eran expertos tarotistas y videntes naturales (todo el equipo), llamases a la hora que llamases tendrías un vidente natural a tu servicio. Para iniciarme en estas artes pensé que lo mejor era mirar mi horóscopo. Bien, nací el 25 de enero, por lo tanto era…acuario. Pero si quería comprobar mi suerte en el horóscopo chino, entonces era rata. Entré muy seriamente en la página de xxxx en la sección horóscopos. Leí lo que ponía sobre mi día: “Todo te saldrá bien. Tienes un gran don de gentes y todo el mundo querrá hoy estar contigo. Carisma y suerte”. La verdad es que había tenido más visitas que nunca, ¿a que iba a ser verdad? Por curiosidad miré lo que había dicho mi horóscopo el mismo día hace un año. ¡Curioso! Había dicho exactamente lo mismo, ¿hace dos? Sorpresa…se repetían las palabras. Dejé de creer en lo que nunca había creido, pero seguí curioseando y encontré el horóscopos para perros. El de Rody decía: “tendrá un carácter antipático con los desconocidos, pero muy cariñoso para con su amo. No se entenderá con los niños pero será un buen perro para los ancianos” si ya antes me había desinflado, ya me desinfle del todo porque si estudiábamos esta sentencia por partes el resultado era que Rody no se parecía en nada porque: 1.- Sólo le falta llevar la bolsa al ladrón cuando entra, por una caricia lo que haga falta 2.- Conmigo es cariñoso pero cómo todos los perros. 3.- Los niños y él se adoran de base 4.- No puede con los ancianos ya que le gusta correr e ir a su paso lo aburre. Otra cosa es que quiera caricias y estén sentados en bancos. Bien, el estudio no me había llevado a ningún sitio, excepto a no creer en la videncia, cosa en la que no creía por lo que tampoco perdía nada. La verdad lo que Isabel quería de mi lo desconocía pero lo que yo quería de Isabel lo tenía muy claro: nada.

miércoles, 9 de junio de 2010

CAPITULO I
EL PRINCIPIO DEL CAOS

No quería levantarme, aunque eso no es novedad nunca quiero hacerlo, pero el despertador, que previamente había colocado en la mesa más alejada de mi cama, no paraba de sonar. El ruido unido a los lametones de Rody me convencieron: la hora había llegado.

Me bebí un café, mientras mi fiel compañero me traía la correa, estoy seguro que con una sonrisa irónica, para indicarme cual era mi obligación primera y que si no tendría que atenerme a las consecuencias. La amenaza surtía efecto todas las mañanas y casi atragantado salíamos a pasear.

En el parque nos juntábamos con sus amigos, digo bien sus amigos, porque los dueños y yo no hacíamos buenas migas. Yo me mantenía alejado de la jauría humana viendo jugar a los animales como buenas personas.

Sin embargo para mi desdicha, o al menos fue eso lo que pensé en un principio, una mujer de mediana edad, atractiva lo normal, y de simpatía desconocida, no hacía mas que mirarme como si yo fuera el mejor cuadro de la exposición. No me considero un Picasso por lo que me extrañó tanta admiración. Rody nos miró, quizás extrañado como yo de la admiración que su dueño despertaba y me pareció ver en su rostro una mirada de ánimo, de hecho se acercó, con toda intención, a esa mujer. Consiguió una caricia, y para mi desgracia, que la desconocida se acercase.

Me recordaba a la invitación que los vampiros necesitan para entrar en una casa antes de chupar la sangre a todo bicho viviente que more en la misma. En mi caso Rody hizo la invitación, pero a quien le iban a sangrar era a mí.

Mientras se me acercaba pude estudiarla un poquito más. Vestía ropa cómoda, aunque no era un chándal, no estaba excesivamente peinada (detalle que me gustó porque yo tampoco había usado el peine) y miraba con curiosidad, mezclada con simpatía, a través de unas gafas pequeñas pero de cristales gruesos. Intenté no sonreír, anular la invitación que el traidor de mi compañero había realizado; pero no sirvió de nada, su paso era decidido y no tardó en dirigirse a mí:

- Bonito perro, y simpático – su voz era normal
- Si, una monada- mi tono no lo era tanto.
- Le veo todas las mañanas, es muy puntual- yo no contesté entre otras cosas porque el puntual era Rody. De pronto soltó una extraña frase- Me he informado sobre usted y creo que es la persona que busco.

La frase hizo que la mirase de frente, cosa que no había hecho aun, y pude comprobar que estaba segura ante mí, que no dudaba de lo que acababa de decir y que el cuadro de la exposición estaba a punto de ser descolgado y llevado a su terreno porque la curiosidad me ha acompañado desde el día que nací. Mis padres decían que había nacido con los ojos abiertos y sin llorar, las enfermeras comentaron “parece un buhito observándolo todo”.

Mi mirada la animó a seguir hablando:

- Ahora que he captado su atención me gustaría invitarle a mi casa esta tarde a merendar, por supuesto su perro está invitado si quiere usted – sonriendo añadió- por si no se fía de mi.

Yo no contesté nada, seguí mirándola como si no me hablase a mí pero ella ignoró todo mensaje no verbal y me dio una tarjeta añadiendo “las 6 sería buena hora”. Después se marchó despacio, Rody volvió a demandar su caricia, que ganó de nuevo, y desapareció en lo alto de las escaleras que separaban el parque de la carretera.

Y yo me quedé con cara de imbécil, con una tarjeta y odiando a mi perro.

En la tarjeta que me había entregado podía leer:

ISABEL RODRIGUEZ PEREZ
VIDENTE
C/ XXXXXXXXXXXXXXXXX
TELEFONO: XXXXXXXXXXX

Precioso, vivía al lado de mi casa y no la había visto nunca, pero seguro que mi portero podría decirme algo sobre ella. Así que silbe y nos marchamos para mi casa.

Busqué a mi portero, que nunca está cuando se necesita, pero que curiosamente no pasa nada sin que él se entere. Es un tipo simpático, a punto de jubilarse y que lo único que quiere es hablar con los vecinos y que se le moleste poco para trabajar, aunque hay que reconocer que si finalmente lo necesitas siempre está dispuesto, si lo encuentras. Esa mañana estaba perdido así que le deje una nota y subí para casa.

Mi condición de jubilado, mejor dicho pre-jubilado, del sector de la banca, me permite hacer lo que quiera sin tener la responsabilidad de un trabajo. Reconozco que al principio eche de menos la rutina. Rody demostró durante ese tiempo la famosa paciencia perruna, porque si yo, soy él, como mínimo, me había pegado más de un mordisco.

En la actualidad me dedico a leer, pasear, ir al cine, teatro y muy de vez en cuando ver a mis amigos o mejor dicho, mi amigo. Reconozco que nunca he sido amigable, pero la excepción siempre debe existir para que la regla continúe, por lo que un ser humano si existe en mi vida (además de la familia, que en mi caso consiste en tres sobrinos jóvenes, dos hermanas y por consiguiente dos cuñados). Todos ellos buena gente pero muy dada a rodearse de especímenes de la misma especie por lo que los veo prácticamente cuando me visitan.

Me acomodé junto a mi sillón, en una silla, lo hago cuando quiero sentarme poco tiempo, pero pensar en mi rincón favorito e intenté ordenar las ideas. Miré a Rody que tras beber agua se había tumbado en el lugar más fresco de la casa, con el aire de santa inocencia que caracteriza a los niños y los perros cuando se saben culpables pero a la vez triunfadores. Luego a la tarjeta, la solución más rápida era no acudir a la cita. No tenía ni que dar explicaciones, yo no le había pedido, ni despertado su interés hacia a mí (la podía entender porque aunque no lo parezca soy un hombre que se valora a si mismo); pero mi curiosidad, nacida junto a mi, me impedían no continuar la conversación.

Cuando estaba decidiendo llamar a la vidente al número que había en la tarjeta, un famoso 806, sonó mi teléfono. Reconocí el número, era de mi sobrina Emi, la mayor de todos. Lo cogí, cuando llamaba solía ser importante o cómo mínimo interesante, me caía bien, cómo los demás, pero desde pequeña había sabido manejar el lenguaje cómo un abogado y ahora con 14 años era una adolescente la mar de divertida.

- ¿Qué pasa compañera?
- Hola tito, te llamo para despedirme.
- ¿A dónde te marchas?
- ¿No te acuerdas?, te lo dije la semana pasada mientras me regalabas 100 € para el viaje.

En ese momento recordé que sus padres le habían autorizado un viaje con amigas a Irlanda “quiero aprender inglés” les había dicho toda seria. Sus padres con la misma seriedad y tras mirar unas magníficas notas le dieron su bendición, conscientes cómo son todos los padres, de que aprendería muchas cosas pero que el inglés no sería una de ellas o por lo menos no con el nivel que se podría conseguir.

- Tu viajecito a Irlanda…
- Así es. Nos marchamos esta tarde y cómo no me da tiempo a verte he querido llamarte, para que no te quejes.
- Sabes que nunca me quejo, pásatelo muy bien y escribe un mensaje cuando llegues.
- Ok, te dejo que voy a llamar al resto para despedirme, dale un beso a Rody.

Colgó sin darme tiempo a contestar que un lametón de su parte, cosa que era cierta, mi perro adoraba a toda mi familia.

Me volví a concentrar en mi tarjeta y decidí llamar. Siempre había tenido curiosidad, creo que como todo el mundo, pero no lo había hecho. Mi querido y único amigo llamado Carlos, en una mala época había acudido a un consultorio de un vidente de talla internacional. Certificaba que nunca fallaba en sus predicciones y que te daba fechas exactas.

La historia tuvo su gracia, por supuesto que no para Carlos. Lo que sucedió fue que hace más o menos diez años mi amigo estaba locamente enamorado de una chica de su trabajo (él era su subordinado) pero como era la jefa no quería tirarse a la piscina, cosa que yo le recomendé de manera fehaciente. Pero hizo su aparición el hada madrina en forma de limpiadora de su trabajo. No tengo nada en contra de esta profesión pero mi opinión es que limpiar tan solo lo hacen durante las tres horas que están en medio de su jornada, por lo menos las de mi oficina en el banco por lo que sólo las juzgo por ellas.

Comienzan con un paseo para saludar a quienes estén trabajando, importándoles poco si se quieren concentrar o no. El rato de visita dependerá de las ganas de trabajar o la educación del que mora en el despacho. Luego limpian, y bien, porque son capaces de ello, pero se marchan antes de su hora porque ya han acabado. Repito hablo por lo que he visto y algunos me han contado en otras oficinas de mi banco.

Bien no quiero desviarme del tema, esta señora le visitaba al inicio de su jornada. Carlos es de los educados que con una media sonrisa soportan con estoicidad los relatosque le quisiera contar, pero ella, que para eso era mujer y con una gran experiencia a sus espaldas, se dio cuenta del estado de enamoramiento en el que se encontraba ya que estaba cada vez estaba más lánguido y con cara de perro apaleado. Así pues la limpiadora, que se llamaba Rocío, le aseguró que una amiga suya había ido a un vidente y le había solucionado su mal de amores. Le dio la dirección y allí se encaminó.

El vidente, del que me ahorro el nombre, le prometió que en dos meses caería a sus pies, pero que ara necesario de hiciese una cura para quitarse las malas energías. Así que un día que fue a visitarle para levantarle el ánimo, me lo encontré pasándose, esto es totalmente cierto, un huevo por todo el cuerpo (huevo sin romper) todo serio, huevo que posteriormente rompió en un vaso y al que le corto todos los hilos que salían de la clara con un cuchillo haciendo una cruz. Para terminar tiró el huevo y rompió el vaso.

Después de reírme todo lo que pude de él me explicó que Pilar, que así se llamaba la susodicha, en dos meses estaría subyugada a su persona. Que sólo tenía que acercarse poco a poco a ella. Lo que realmente ocurrió, fue que estuvieron a punto de echarlo por acoso laboral. El motivo del deseo de mi amigo Carlos no entendió que su enamorado ya se había hecho la limpieza de las malas energías y que, por consiguiente, en dos meses tendría, como mínimo, que estar saliendo con él, sino estaba subyugada a sus pies.

Lo más gracioso fue que tras visitar al salvador de las relaciones ajenas para cantarle las cuarenta, Carlos se dejó convencer: todo el error había sido suyo, adivina, no había realizado la limpieza de forma correcta. Si las cosas no se hacen bien él no tenía la culpa. Lógico.

Tras esta experiencia vivida de forma ajena y divertida, una vez pasado el susto inicial, me hizo convencerme de que todo lo relacionado con lo esotérico era un timo. Ahora tenía ante mí la tarjeta de una vidente, que para más INRI demandaba mi ayuda. Decidido, iba a llamar a ver que me encontraba al otro lado del teléfono.