sábado, 12 de marzo de 2016
CAPITULO III
LLEGA EL PRIMER ENEMIGO
Sin embargo, la vida puede dar muchas vueltas y cuando iba a ducharme llamaron a la puerta. Rody que se había incorporado y gruñía muy despacio, eso significaba que no era conocido. Miré por la mirilla, era un hombre de unos cuarenta años, rubio, alto y visiblemente nervioso. Dudé, pero finalmente mi famosa curiosidad me pudo y abrí:
- Buenos días-dijo-¿podría hablar con usted?
- Podría si supiese quien es- dejé que Rody asomase la cabeza, lo malo es que comenzaba a mover el rabo amistosamente por lo que tan sólo le deje la cabeza fuera.
- Discúlpeme, no me he presentado. Mi nombre es José Fernández y soy abogado.
Fue lo que nunca debió decidme, ¡abogado! la peor especie que conocía, la peor ralea, la peor…todo los adjetivos que se pudiesen utilizar de forma negativa iban unidos a esa profesión, por lo menos para mí. Bien, pues no quería tener trato con un abogado, éstos y los psicólogos eran para mí, repito por si la idea no quedó clara, lo peor de lo peor, pero ya cuando se está dentro de lo peor.
Notó mi odio porque sonrió dulcemente intentando trasmitirme: soy abogado pero también un ser humano y es incomodo estar en la puerta. Me tendió una tarjeta para reafirmar lo que ya me había dicho y darme más confianza. La cogí la miré y ¡caramba! era de un importante bufete. Me hice a un lado, eso sí con cara de odio, a un abogado no se le puede poner cara amistosa.
Se sentó en la incómoda silla, no iba a repetir el error que tuve con mi portero, y que al fin y al cabo era un conocido. Desde mi cómodo sillón le observé en silencio para que comenzase hablar. Lo hizo para mi alegría de forma nerviosa e incómoda, me divertía verlo sufrir.
- Se preguntará porque he venido a verle –me miró esperando una respuesta aunque fuese física, no la obtuvo, yo estaba disfrutando- bien…No sé si habrá recibido una carta de Don Miguel González, que fue socio-fundador de nuestro bufete.
- No he recibido nada y además desconozco quién es ese señor socio-fundador
Me miró extrañado, no se esperaba esa respuesta, me dio la sensación que para él ya tendría que tener la carta y eso lo desconcertó aun más.
- Pues entonces yo….discúlpeme, creo que me he adelantado en mi visita- se levanto- agradeceré que cuando tenga la carta en su poder me llame. Es importante que hable conmigo.
- ¡Oiga no se irá así!- exclamé enfadado, Rody que había estado buscando todo el tiempo la caricia del desconocido sin éxito, aprovechó mi enfado para gruñir y así demostrar su descontento por no haber sido adorado convenientemente- viene, me dice no se que de una carta y se va. ¿Pero qué se ha creído?
- Le pido mil disculpas pero no puedo hablar sin que usted tenga la carta porque no entendería cual es mi misión. Le prometo que lo entenderá todo.
- ¡Ahora quiero entenderlo todo!
- Lo siento- parecía sentirlo de verdad. Sin más espera se fue a la puerta, la abrió y se marchó.
Miré a mi compañero, que seguía teniendo cara de no entender porque no había sido convenientemente acariciado y que hacía juego con la mía de no comprender nada de nada. Sin lugar a dudas era el día más extraño de mi vida.
Sonó, en un reloj cercano, las 12 del mediodía. Curioso, para mí eran, como mínimo, las 12 de la noche. Decidí, usar de nuevo Internet, me ayudaría a saber quién era Miguel González. Rody esta vez no me acompañó, se quedo en el sofá durmiendo, me pareció que todo esto le empezaba a cansar.
Miguel González, socio fundador de….bien esto lo sabía. Nacido en xxxx, caramba a 10 kilómetros de mi pueblo, en el año…caramba era un año menor que yo. Lo mismo hasta lo conocía. Pero Internet decidió hacerme lo mismo que el abogadito ese, cuando le pedí imágenes decidió quedarse colgado y pasar de mí. Llamé a toda velocidad a mi compañía y me dijeron que tardarían algunas horas, un rayo había caído en no sé dónde y había causado no se qué destrozos.
Suspiré y decidí bajar para hacer la compra diaria. Cuando silbé para marcharnos, mi fiel compañero me miró, se acurrucó más en el sofá y cerró fuertemente los ojos negando de forma evidente mi existencia. Le dije la frase de siempre “si lo sé no te saco de la perrera, traidor”. Sin abrir los ojos meneó levemente el rabo “vale, vale, trae chuches”.
Mi portero me saludó y me guiñó un ojo para indicarme que, lo que él creía, mi secreto estaba a salvo. Suspiré, este día lo estaba haciendo demasiado, y salí pensando que me apetecía comer y que chuche le podía subir al traidor. Sólo tenía un deseo: que el resto del día fuese lo más normal posible.
Deseo que no me fue concedido porque según doble la esquina, alguien me llamó. Reconocí la voz sin necesidad de volverme, era mi “maravillosa” vecina. Cómo describirla: una mujer ya mayor, unos 75 años, guapa, que en su juventud rompió muchos corazones, siempre y cuando esos corazones aguantasen una verborrea incontenible. Era ahora y más de uno andaba loco tras ella. Se juntaban en el salón parroquial todos los miércoles y viernes para bailar y charlar, arrasaba la buena mujer.
Pero siempre que hablaba conmigo era para echarme alguna cariñosa bronca. No llevaba bien limpio a Rody (al que adoraba), hacía mucho que no salía a divertirme, que no la visitaba…la verdad es que me quería mucho y yo aunque me quejase ante los demás de ella, tengo que reconocer que le tenía cierto cariño. Pero ese día, no creía haber hecho nada reprobable.
Vino a mí con una amplia sonrisa y mirando a mi alrededor para localizar al traidor.
- Hola-dije devolviéndole la sonrisa
- Hola- me tomó del brazo apartándome de invitados invisibles- tenía ganas de verte. ¿Cómo estás?
La pregunta, de forma clara, la hacía por mera educación, estaba acelerada por contarme algo y no sabía cómo comenzar. No sé porque pero me deje querer, no le invité de ninguna forma a comenzar, estaba disfrutando por primera vez en mucho tiempo no me regañaba y no me veía dando disculpas. Estuvo cogida de mi brazo y callada un rato, por fin se decidió y me dijo toda misteriosa:
- Seguramente ya te has enterado.
- ¿De qué?- hoy yo no me enteraba de nada o me estaba enterando demasiado, aun no lo tenía claro.
- De lo que ha pasado en el barrio. ¡Chico tú nunca te enteras de nada, vives aislado!
¡Aislado! Y hoy parecía mi vida un vodeville, lleno de puertas por donde salía y entraba todo el mundo como le daba la gana. ¡Aislado!, aislado tenía que estar de verdad.
- Te invito a un café-me dijo con voz de paciencia. Mientras caminábamos hacia el bar comenzó a regañarme tal y como me esperaba- Sales menos con el pobre animal, va a engordar…tu mismo mírate con la majo que eras te estás marchitando…-y siguió hasta que nos sirvieron los cafés y porque le interrumpí, no lo niego, con cierta curiosidad- Bien…hace una semana, más o menos, murió un hombre en esas casas que se ven por allí al fondo-miré- si, las de las tejas azules. Pues bien, en la parroquia se dice… que fue asesinado.
- ¿Quién lo dice?- me parecía tan surrealista todo lo que me estaba pasando, que ya un posible crimen era una cosa lógica, luego vendrían los fantasmas, los padres de los fantasmas…
- Un amigo mío que es vecino del difunto…………….lo vio todo.
- Correcto. ¿Qué es lo que vio el vecino del difunto y amigo tuyo?
- Pues eso, un crimen- me miró alucinando. Pensaba que no me enteraba nada, me recordaba a Rody cuando quiere algo y yo no le entiendo- ¿qué es lo que no has comprendido?
- Hay muchas maneras de ver un crimen- me empezaba a exasperar levemente- o de creer ver un crimen.
- ¡Dudas de la palabra de mi amigo!-la que se exasperó fue ella- pues que sepas que yo bajo ningún concepto- hizo ademán de levantarse para marcharse, por supuesto, esperando que yo la detuviera, y volví a caer porque lo hice- bien, me sentaré pero, por favor, no vuelva a poner en duda la palabra de Antonio.
- No lo haré- e hice la señal de juramento y sonriendo añadí- ese Antonio y tú no…
- ¡Por Dios! es sólo un amigo de baile y charloteo.
La historia de Francisca, que así se llamaba mi vecina, con los hombres era curiosa. Yo la conocía porque ella misma me la había contado.
Tuvo un novio de los 12 a los 20 años. Novio que era, como ella decía, formal “de entrar en casa con mis padres”, el susodicho se marcho a la mili. En esa época si no sabías leer y escribir te enseñaban, y no te licenciabas hasta que no hubieses aprendido; parece ser que este chico aun no lo ha hecho porque de él nunca más se supo. El segundo fue, también son sus palabras, de “compás de espera a mi príncipe azul”, pero eso lo sabía ella, el pobre prácticamente preparando la boda se encontró que mi vecina había encontrado al “amor de mi vida” y que se iba a casar. Ella sonríe cuando dice “fui yo quién le mandó la invitación”, le parecía divertido, creo que al “compás de espera” le debió hacer una gracia….
Después, tras un feliz matrimonio y tres hijos, se quedó viuda a los 70 años. Y desde entonces en la parroquia rompe corazones, sin importarle nada y disfrutando como una loca. En el fondo me daba envidia.
- Bien, el muerto…creo que no te dicho su nombre Miguel González…
Me quedé pálido, ella lo notó porque dejó de hablar y me preguntó si me encontraba bien. ¿Bien?, pues no. No entendía nada de lo que estaba sucediéndome. ¿Miguel González? ¿Mi Miguel González?, ¿el que tenía que mandarme una carta? ¿Muerto? De pronto me di cuenta que me empezaba a dar un ataque de nervios precisamente por una persona que no conocía y que no sabía ni cómo era; logré tranquilizarme. Pedí un vaso de agua y con una sonrisa, bastante débil, invité a continuar el relato a mi vecina quitándole importancia al leve mareo sufrido “no he desayunado”. Francisca que estaba deseando continuar me hizo caso:
- Pues según me contó Antonio era un abogado de de no sé qué bufete, creo que importante. Un tipo serio y antipático que nunca recibía visitas y que tampoco salía de su casa, excepto las horas de trabajo.- bajo la voz y la puso más misteriosa- pues hará más o menos una semana Antonio estaba en su casa, serían más o menos las 15:00 horas, cuando escuchó ruido en la casa del finado. Al principio no le extraño, pensó “es viernes y ha terminado antes de trabajar”. Pero luego se dio cuenta de que era jueves- sonrió y picaronamente dijo “Antonio tiene esos puntos”- y que no eran normales los ruidos. Pues bien se puso el sonotone a todo volumen…
En ese momento tuve que hacer un auténtico esfuerzo por no reírme, porque imagine la escena. Este buen hombre, con el sonotone a media potencia, escucha ruidos en casa de un vecino, que habitualmente a esa hora no suele hacer, se pone el sonotone a toda potencia para intentar captar que ruidos son…me sonaba todo cómo si fuese una novela barata.
- Y escuchó gritos, gritos que sonaban a insultos y amenazas. Cuando se asomó por la mirilla vio marcharse a una mujer. Dos horas después se descubrió el cadáver.
La miré con una media sonrisa, es cierto que seguía impactado por la noticia de la muerte de mi desconocido, pero lo que me acababa de contar era la historia que se relataba en “12 hombres sin piedad”. Creo que el Antonio tenía un exceso de imaginación o de ganas de impactar a su chica con una noticia alucinante. Y por la cara que ella tenía lo había conseguido.
- Bien- dije levantándome- gracias por la información no lo sabía pero es interesante. Me marcho o tu amigo de cuatro patas se queda sin chuche y yo sin comida.
Nos sonreímos, Francisca se quedó allí atusándose el pelo, pensé y creo que no me equivoqué, que Antonio haría su aparición en cualquier momento.
Me marché a la tienda y compré galletas de chocolate para Rody y huevos y jamón para mí. No tenía hambre ni ganas de cocinar.
Volviendo a casa, cómo una idea fugaz, me acordé de las palabras de mi portero “hace una semana...de un entierro de un vecino de la zona”. ¿No sería mi muerto?, a lo mejor me podía dar más información, los 30€ ya pagados le obligaban a contar algo más, o por lo menos eso esperaba porque no tenía nada más en la cartera.
Cuando entré comprobé que estaba hablando con una vecina, vecina que he de decir nunca ha hecho buenas migas conmigo por un pequeño incidente sin importancia. Yo hará unos 10 años fumaba, tengo que reconocer que bastante y que además me gustaba. El problema es que sólo me gustaba a mí, mi fiel compañero cuadrúpedo, que se llamaba Odín, era bastante poco comprensivo con esta costumbre. Cada vez que encendía un cigarro, tosía, lloriqueaba y luego se negaba a dirigirme la palabra, cosa que me resultaba dura porque era bastante zalamero habitualmente.
Pues bien para no discutir con Odín cuando estaba en casa salía a realizar este pecaminoso acto (actualmente Odín me hubiera demandado por fumar en presencia de seres “inocentes”, y posiblemente hasta hubiera ganado) en la terraza. Ella, que se llama Manolita, tendía en la terraza que está justo debajo de la mía. Es posible, lo reconozco, que alguna vez haya podido quemarle la ropa, pero para denunciarme…Así que un día tuve que elegir entre soportar a mi vecina cabreada todo el día si fumaba fuera o soportar el enfado de Odin si fumaba dentro: decidí fumar en el baño que era un sitio nunca visitado por mi compañero. Dejé de fumar 5 años después y porque me dio la gana, que conste.
Bien, me armé de valor y fui hacía la pareja con paso firme. Manolita me miró mientras me acercaba, indicándome que mejor me quedase fuera de la reunión pero yo ignoré la mirada, no sin esfuerzo debo reconocerlo. Mi portero, conocedor del odio que me profesaba mi vecina, me sonrió amablemente para infundirme valor y allí que llegue yo.
- Buenos días tengan los dos- dije lo más jovialmente posible
- Hasta ahora mismo si- Manolita comenzó a disparar rápido.
- Necesitaría hablar con usted, Ignacio.- ese es el nombre de mi portero.
- Dígame usted…
Esperé que Manolita se diese por aludida y se marchase o por lo menos se retirase un momento. Pero se quedo allí, indicándome que ella estaba primero y no se pensaba marchar, si quería hablar adelante, pero sería con su presencia. Me acordé del traidor tumbado en el sofá, en situaciones así era buenísimo, utilizaba cómo nadie sus habilidades para conseguir unas perfectas técnicas de distracción en cuanto a los vecinos se referían; todos lo adoraban (creo que casi nadie se explicaba como ese maravilloso perro me podía tener de amo y estoy seguro que lo acariciaban y lo mimaban para darle ánimos y lo que más me dolía, es que, en ocasiones creía ver en su rostro agradecimiento ante tanta compresión) aun así él entendía perfectamente que parte de su misión era distraerme a los vecinos para que yo pudiera vivir sin complicaciones e intentando pasar desapercibido, y de camino él se ganaba caricias y hasta regalos.
Comprobé que tenía dos opciones: hablar delante de ella o bajar luego a buscarlo; opte por la primera y curiosamente fue lo mejor que pude hacer.
- Verá Ignacio antes usted me ha comentado que fue al funeral de un vecino de la zona ¿no es así?
- Si
- No sería de Miguel González
- Precisamente. Era un abogado que vivía por la zona. Muy conocido y de mucho dinero.
- Era un hombre un poco raro- añadió, para mi sorpresa Manolita- no se relacionaba con nadie o con casi nadie.
La última frase la dijo intentando dar aire de misterio y tirándome la piedra porque yo era igual, en otro momento hubiera pasado de ella pero el tema me interesaba y de nuevo pique, me empezaba a dar cuenta que llevaba todo el día entrando a todos los trapos que me ponían delante y lo que era peor, que cada vez estaba más metido en algo que desconocía y lo que era peor aún, me estaba empezando a gustar, esta última sensación me dio miedo pero aun así hice la pregunta con aire de quien simplemente la hace con educación.
- ¿A casi nadie?
- Si, debía tener un –bajo la voz- lío dos portales más allá.
¡Isabel! Su nombre vino a mi mente, entre otras cosas porque vivía dos portales más allá.
- ¿De qué murió el pobre hombre?
- Parece que sufrió un ataque al corazón o alguna de esas cosas.
Murmuré las gracias y los dejé mirándome con excesiva curiosidad primero porque había hablado con ellos y segundo me había interesado por algo que había pasado en el barrio, ¡pobres! no estaban acostumbrados.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario