miércoles, 9 de junio de 2010

CAPITULO I
EL PRINCIPIO DEL CAOS

No quería levantarme, aunque eso no es novedad nunca quiero hacerlo, pero el despertador, que previamente había colocado en la mesa más alejada de mi cama, no paraba de sonar. El ruido unido a los lametones de Rody me convencieron: la hora había llegado.

Me bebí un café, mientras mi fiel compañero me traía la correa, estoy seguro que con una sonrisa irónica, para indicarme cual era mi obligación primera y que si no tendría que atenerme a las consecuencias. La amenaza surtía efecto todas las mañanas y casi atragantado salíamos a pasear.

En el parque nos juntábamos con sus amigos, digo bien sus amigos, porque los dueños y yo no hacíamos buenas migas. Yo me mantenía alejado de la jauría humana viendo jugar a los animales como buenas personas.

Sin embargo para mi desdicha, o al menos fue eso lo que pensé en un principio, una mujer de mediana edad, atractiva lo normal, y de simpatía desconocida, no hacía mas que mirarme como si yo fuera el mejor cuadro de la exposición. No me considero un Picasso por lo que me extrañó tanta admiración. Rody nos miró, quizás extrañado como yo de la admiración que su dueño despertaba y me pareció ver en su rostro una mirada de ánimo, de hecho se acercó, con toda intención, a esa mujer. Consiguió una caricia, y para mi desgracia, que la desconocida se acercase.

Me recordaba a la invitación que los vampiros necesitan para entrar en una casa antes de chupar la sangre a todo bicho viviente que more en la misma. En mi caso Rody hizo la invitación, pero a quien le iban a sangrar era a mí.

Mientras se me acercaba pude estudiarla un poquito más. Vestía ropa cómoda, aunque no era un chándal, no estaba excesivamente peinada (detalle que me gustó porque yo tampoco había usado el peine) y miraba con curiosidad, mezclada con simpatía, a través de unas gafas pequeñas pero de cristales gruesos. Intenté no sonreír, anular la invitación que el traidor de mi compañero había realizado; pero no sirvió de nada, su paso era decidido y no tardó en dirigirse a mí:

- Bonito perro, y simpático – su voz era normal
- Si, una monada- mi tono no lo era tanto.
- Le veo todas las mañanas, es muy puntual- yo no contesté entre otras cosas porque el puntual era Rody. De pronto soltó una extraña frase- Me he informado sobre usted y creo que es la persona que busco.

La frase hizo que la mirase de frente, cosa que no había hecho aun, y pude comprobar que estaba segura ante mí, que no dudaba de lo que acababa de decir y que el cuadro de la exposición estaba a punto de ser descolgado y llevado a su terreno porque la curiosidad me ha acompañado desde el día que nací. Mis padres decían que había nacido con los ojos abiertos y sin llorar, las enfermeras comentaron “parece un buhito observándolo todo”.

Mi mirada la animó a seguir hablando:

- Ahora que he captado su atención me gustaría invitarle a mi casa esta tarde a merendar, por supuesto su perro está invitado si quiere usted – sonriendo añadió- por si no se fía de mi.

Yo no contesté nada, seguí mirándola como si no me hablase a mí pero ella ignoró todo mensaje no verbal y me dio una tarjeta añadiendo “las 6 sería buena hora”. Después se marchó despacio, Rody volvió a demandar su caricia, que ganó de nuevo, y desapareció en lo alto de las escaleras que separaban el parque de la carretera.

Y yo me quedé con cara de imbécil, con una tarjeta y odiando a mi perro.

En la tarjeta que me había entregado podía leer:

ISABEL RODRIGUEZ PEREZ
VIDENTE
C/ XXXXXXXXXXXXXXXXX
TELEFONO: XXXXXXXXXXX

Precioso, vivía al lado de mi casa y no la había visto nunca, pero seguro que mi portero podría decirme algo sobre ella. Así que silbe y nos marchamos para mi casa.

Busqué a mi portero, que nunca está cuando se necesita, pero que curiosamente no pasa nada sin que él se entere. Es un tipo simpático, a punto de jubilarse y que lo único que quiere es hablar con los vecinos y que se le moleste poco para trabajar, aunque hay que reconocer que si finalmente lo necesitas siempre está dispuesto, si lo encuentras. Esa mañana estaba perdido así que le deje una nota y subí para casa.

Mi condición de jubilado, mejor dicho pre-jubilado, del sector de la banca, me permite hacer lo que quiera sin tener la responsabilidad de un trabajo. Reconozco que al principio eche de menos la rutina. Rody demostró durante ese tiempo la famosa paciencia perruna, porque si yo, soy él, como mínimo, me había pegado más de un mordisco.

En la actualidad me dedico a leer, pasear, ir al cine, teatro y muy de vez en cuando ver a mis amigos o mejor dicho, mi amigo. Reconozco que nunca he sido amigable, pero la excepción siempre debe existir para que la regla continúe, por lo que un ser humano si existe en mi vida (además de la familia, que en mi caso consiste en tres sobrinos jóvenes, dos hermanas y por consiguiente dos cuñados). Todos ellos buena gente pero muy dada a rodearse de especímenes de la misma especie por lo que los veo prácticamente cuando me visitan.

Me acomodé junto a mi sillón, en una silla, lo hago cuando quiero sentarme poco tiempo, pero pensar en mi rincón favorito e intenté ordenar las ideas. Miré a Rody que tras beber agua se había tumbado en el lugar más fresco de la casa, con el aire de santa inocencia que caracteriza a los niños y los perros cuando se saben culpables pero a la vez triunfadores. Luego a la tarjeta, la solución más rápida era no acudir a la cita. No tenía ni que dar explicaciones, yo no le había pedido, ni despertado su interés hacia a mí (la podía entender porque aunque no lo parezca soy un hombre que se valora a si mismo); pero mi curiosidad, nacida junto a mi, me impedían no continuar la conversación.

Cuando estaba decidiendo llamar a la vidente al número que había en la tarjeta, un famoso 806, sonó mi teléfono. Reconocí el número, era de mi sobrina Emi, la mayor de todos. Lo cogí, cuando llamaba solía ser importante o cómo mínimo interesante, me caía bien, cómo los demás, pero desde pequeña había sabido manejar el lenguaje cómo un abogado y ahora con 14 años era una adolescente la mar de divertida.

- ¿Qué pasa compañera?
- Hola tito, te llamo para despedirme.
- ¿A dónde te marchas?
- ¿No te acuerdas?, te lo dije la semana pasada mientras me regalabas 100 € para el viaje.

En ese momento recordé que sus padres le habían autorizado un viaje con amigas a Irlanda “quiero aprender inglés” les había dicho toda seria. Sus padres con la misma seriedad y tras mirar unas magníficas notas le dieron su bendición, conscientes cómo son todos los padres, de que aprendería muchas cosas pero que el inglés no sería una de ellas o por lo menos no con el nivel que se podría conseguir.

- Tu viajecito a Irlanda…
- Así es. Nos marchamos esta tarde y cómo no me da tiempo a verte he querido llamarte, para que no te quejes.
- Sabes que nunca me quejo, pásatelo muy bien y escribe un mensaje cuando llegues.
- Ok, te dejo que voy a llamar al resto para despedirme, dale un beso a Rody.

Colgó sin darme tiempo a contestar que un lametón de su parte, cosa que era cierta, mi perro adoraba a toda mi familia.

Me volví a concentrar en mi tarjeta y decidí llamar. Siempre había tenido curiosidad, creo que como todo el mundo, pero no lo había hecho. Mi querido y único amigo llamado Carlos, en una mala época había acudido a un consultorio de un vidente de talla internacional. Certificaba que nunca fallaba en sus predicciones y que te daba fechas exactas.

La historia tuvo su gracia, por supuesto que no para Carlos. Lo que sucedió fue que hace más o menos diez años mi amigo estaba locamente enamorado de una chica de su trabajo (él era su subordinado) pero como era la jefa no quería tirarse a la piscina, cosa que yo le recomendé de manera fehaciente. Pero hizo su aparición el hada madrina en forma de limpiadora de su trabajo. No tengo nada en contra de esta profesión pero mi opinión es que limpiar tan solo lo hacen durante las tres horas que están en medio de su jornada, por lo menos las de mi oficina en el banco por lo que sólo las juzgo por ellas.

Comienzan con un paseo para saludar a quienes estén trabajando, importándoles poco si se quieren concentrar o no. El rato de visita dependerá de las ganas de trabajar o la educación del que mora en el despacho. Luego limpian, y bien, porque son capaces de ello, pero se marchan antes de su hora porque ya han acabado. Repito hablo por lo que he visto y algunos me han contado en otras oficinas de mi banco.

Bien no quiero desviarme del tema, esta señora le visitaba al inicio de su jornada. Carlos es de los educados que con una media sonrisa soportan con estoicidad los relatosque le quisiera contar, pero ella, que para eso era mujer y con una gran experiencia a sus espaldas, se dio cuenta del estado de enamoramiento en el que se encontraba ya que estaba cada vez estaba más lánguido y con cara de perro apaleado. Así pues la limpiadora, que se llamaba Rocío, le aseguró que una amiga suya había ido a un vidente y le había solucionado su mal de amores. Le dio la dirección y allí se encaminó.

El vidente, del que me ahorro el nombre, le prometió que en dos meses caería a sus pies, pero que ara necesario de hiciese una cura para quitarse las malas energías. Así que un día que fue a visitarle para levantarle el ánimo, me lo encontré pasándose, esto es totalmente cierto, un huevo por todo el cuerpo (huevo sin romper) todo serio, huevo que posteriormente rompió en un vaso y al que le corto todos los hilos que salían de la clara con un cuchillo haciendo una cruz. Para terminar tiró el huevo y rompió el vaso.

Después de reírme todo lo que pude de él me explicó que Pilar, que así se llamaba la susodicha, en dos meses estaría subyugada a su persona. Que sólo tenía que acercarse poco a poco a ella. Lo que realmente ocurrió, fue que estuvieron a punto de echarlo por acoso laboral. El motivo del deseo de mi amigo Carlos no entendió que su enamorado ya se había hecho la limpieza de las malas energías y que, por consiguiente, en dos meses tendría, como mínimo, que estar saliendo con él, sino estaba subyugada a sus pies.

Lo más gracioso fue que tras visitar al salvador de las relaciones ajenas para cantarle las cuarenta, Carlos se dejó convencer: todo el error había sido suyo, adivina, no había realizado la limpieza de forma correcta. Si las cosas no se hacen bien él no tenía la culpa. Lógico.

Tras esta experiencia vivida de forma ajena y divertida, una vez pasado el susto inicial, me hizo convencerme de que todo lo relacionado con lo esotérico era un timo. Ahora tenía ante mí la tarjeta de una vidente, que para más INRI demandaba mi ayuda. Decidido, iba a llamar a ver que me encontraba al otro lado del teléfono.

1 comentario:

  1. jolin tia!!!!! ¿y ahora que?? ¡¡¡me has dejado intrigada!!!!,me encanta,esta genial.me gusta la manera de redactarlo que tienes,con esos toques ironicos.
    sigue pronto!!!

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